No había necesidad de recorrer las cortinas,
solo fue un reflejo para proteger la soledad.
Quedó clausurada la vertiente de la sangre
que caminaba hacia el amor sin retorno
:por eso se quedaron callados los pies
sobre el silencio, y aunque el camino
se había vuelto oscuro,
tuve la certeza
de que nunca más sería bañado por la noche...
Quedé vestida de luna en busca de horas de otoño,
en la certidumbre de mis pisadas desaparecidas...
Por eso fui incapaz de averiguar
a dónde había partido la voz de tus ojos.
Así son estos tiempos de agujas nevadas
y lágrimas sin arribo,
donde estucos de perplejidad sostienen
los músculos resignados de los versos,
que por siempre,
han de hacer falta
a cada madrugada sin rumbo.
Nómada ha querido volverse
la voz más sensible de mi propia ausencia.
Issa Martínez